Policías con chalecos reflectantes, furgonetas donde se cargan ingentes cantidades de documentación, equipos informáticos embalados, expectación en las calles... Lugo no es Marbella, pero ayer por momentos llegó a parecerla.
En la calle la rumorología era perversa. “Ya estuvieron en la Diputación, se llevaron de allí a doce personas”. Nada de nada. La Diputación aún no había sido visitada, como se esforzaban en desmentir a los medios los encargados de prensa. Pero lo sería...
De Campo Castelo a San Marcos sólo hay calles peatonales y la comisión judicial, desde luego, no se iba a tomar la molestia de tomar la Ronda. Sin sirenas, eso sí, pero con una velocidad que superaba el irrisorio límite del casco histórico, al menos cuatro vehículos, encabezados por el que llevaba al fiscal, se plantaron delante del edificio de San Marcos en pocos segundos.
Traje azul impecable y corbata de colores, Jesús Izaguirre encabezaba la comitiva que abordaba la sede. Cacharro recibió la notificación y no puso objeciones al registro.
Antes de abandonar San Marcos, se para [o fiscal] y da cuartelillo a los medios de comunicación, perseguidores de excepción de su actividad y no porque hubiera aviso oficial o convocatoria, como se especulaba, sino porque la notoriedad de la operación y su espectacularidad concitó la atención de buena parte de la ciudad.
“Aquí no hay ladrones, vete al País Vasco a investigar”, le gritó una funcionaria. También hubo algunos aplausos en tono jocoso. Pero el cruce de brazos fue la actitud generalizada del funcionariado de la Diputación, uno de esos pocos colectivos laborales contento con su convenio y su situación laboral.
Una leve sonrisa se deslizaba por la comisura derecha de sus labios, sabedor de que otros lo intentaron, pero él es el primero que accede con todas las de la ley a las oficinas de la casa grande que gobierna Francisco Cacharro.
Tamén en La Voz
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